La fractura del cuello implica la rotura de las estructuras óseas en la región cervical de la columna vertebral (vértebras C1 a C7) o en huesos circundantes relacionados con la base del cráneo, distinguiéndose así de las fracturas craneales puras. Puede resultar de un traumatismo directo, una hiperflexión, hiperextensión o un mecanismo de torsión. Estas fracturas representan un peligro muy alto para la médula espinal, que discurre por el canal vertebral cervical, pudiendo conllevar tetraplejía, insuficiencia respiratoria o muerte. Aunque existen clasificaciones más detalladas (Jefferson, Hangman, odontoides, etc.), en este epígrafe se agrupan las fracturas cervicales para las que no se especifica el subtipo ni se les puede adscribir otra categoría concreta.
| Tipos |
1. Fractura del atlas (C1): Ejemplo es la ‘Jefferson fracture’, resultante de una compresión axial. 2. Fractura del axis (C2), como la fractura del odontoides o la fractura tipo ‘Hangman’, asociada a hiperextensión. 3. Fracturas de las vértebras C3 a C7, por flexión brusca o colisiones en vehículos, generando disrupción del cuerpo vertebral o de sus apófisis. 4. Fracturas transversales incompletas, que a veces pasan inadvertidas inicialmente, pero suponen inestabilidad cervical. |
| Síntomas |
Los motivos más frecuentes incluyen accidentes de tráfico (impactos frontales, laterales o vuelcos), caídas desde alturas, lesiones deportivas (buceo en aguas poco profundas, rugby, gimnasia acrobática) y traumatismos violentos en contexto laboral o bélico. Un frenazo brusco puede causar hiperextensión en la región cervical. Personas con osteoporosis, artrosis cervical o trastornos óseos tienen mayor susceptibilidad a sufrir fracturas del cuello con mecanismos menos intensos. |
| Causas |
El paciente puede mostrar dolor intenso en la zona cervical, rigidez que impide cualquier movimiento de la cabeza, inflamación local y, en ocasiones, deformidad palpable si la lesión es severa. Si la médula espinal o las raíces nerviosas son afectadas, aparecen síntomas neurológicos: hormigueos, paresias o parálisis en brazos y piernas, dificultad respiratoria y alteración en el control de esfínteres. En traumatismos agudos, la persona podría entrar en shock neurogénico (hipotensión, bradicardia) o quedar inconsciente. El hallazgo inicial es la imposibilidad de mover el cuello sin dolor extremo. |
| Diagnóstico |
El protocolo exige inmovilizar el cuello inmediatamente, evitando maniobras que agraven la posible lesión medular. Luego, se efectúan radiografías cervicales en proyecciones anteroposterior, lateral y transoral para visualizar la integridad de C1 y C2. La tomografía computarizada ofrece mayor precisión para detalles óseos, mientras que la resonancia magnética evalúa la médula y los tejidos blandos. El hallazgo de fracturas conluxaciones, fragmentos desplazados o compresión del cordón medular determina la gravedad. De no clasificarse bajo subtipos concretos, la fractura del cuello entra en esta sección genérica. |
| Tratamiento |
La atención inicial implica inmovilizar la columna cervical (collarín rígido, tabla espinal) hasta descartar lesiones mayores. En fracturas estables, un collarín prolongado y rehabilitación pueden bastar. Si existe inestabilidad o afectación neurológica, se plantea la cirugía para descompresión de la médula y estabilización con placas, tornillos o artrodesis. Posteriormente, la fisioterapia y la terapia ocupacional son cruciales para recuperar movilidad, fuerza y coordinación, o para aprender técnicas de vida independiente si persiste algún grado de parálisis. El manejo del dolor se realiza con analgésicos potentes y cuidados especializados en caso de lesión medular. |
| Complicaciones |
El peligro inmediato es la lesión medular, causante de tetraplejía, disfunciones cardiorrespiratorias y/o muerte súbita si la fractura se ubica a nivel alto (C1-C2) y compromete el control bulbar. Infecciones, úlceras por presión y tromboembolismos son frecuentes durante la hospitalización prolongada. Las lesiones cervicales inestables pueden llevar a una degeneración articular crónica, dolor persistente y riesgo de desplazamiento vertebral a largo plazo. El impacto psicológico en el paciente y su familia puede ser profundo si hay discapacidades neurológicas irreversibles. |
| Prevención | Proteger la región cervical en actividades de riesgo es esencial: uso de cinturones y reposacabezas bien posicionados en vehículos, casco de protección en deportes y trabajos industriales, y supervisión en prácticas como buceo o saltos en piscinas desconocidas. La educación vial y el respeto a normas de seguridad minimizan el impacto de colisiones. Asimismo, mantener la densidad ósea y el control de enfermedades degenerativas reduce la vulnerabilidad a fracturas cervicales por traumas moderados. |
| Conclusión | Las fracturas cervicales son lesiones graves que comprometen la estabilidad de la columna y pueden asociarse a daño medular. Las más frecuentes afectan C1 (atlas) y C2 (axis), especialmente en ancianos con osteoporosis o por traumatismos de alta energía. El tratamiento depende del tipo de fractura: inmovilización con halo o collarín rígido para fracturas estables, y cirugía de fusión vertebral para las inestables. El pronóstico varía según la presencia de déficit neurológico, requiriendo rehabilitación intensiva en casos complejos. Fuente: Ryken TC, et al. (2013). 'Management of acute cervical spine fractures' en Neurosurgery. Vaccaro AR, et al. (2007). 'Cervical spine trauma classification' en Spine Journal. |
