Herida del tórax

Las heridas del tórax abarcan lesiones que comprometen la pared torácica (piel, tejido subcutáneo, músculos intercostales) e incluso, potencialmente, la cavidad pleural o el pulmón, cuando no cumplen criterios para clasificarse en otras categorías específicas. Suelen generarse por objetos punzantes, lacerantes o proyectiles que atraviesan la superficie del pecho, pudiendo ocasionar sangrado externo, daño tisular e incluso complicaciones internas (como neumotórax o hemotórax). A pesar de que muchas veces se asocian con dolor intenso y riesgo de infección, no necesariamente hay un colapso pulmonar significativo o lesión vascular mayor. Estas heridas pueden ser únicas o múltiples y, en función de la profundidad y localización, pueden requerir desde cuidados tópicos hasta intervenciones quirúrgicas avanzadas para reparar estructuras dañadas. El manejo correcto reduce la morbilidad, previene complicaciones infecciosas y mejora el pronóstico, especialmente cuando no se clasifican como un traumatismo torácico abierto complejo ni como fracturas concomitantes.

Tipos

1. Heridas superficiales del tórax: Afectan piel y tejido subcutáneo sin penetrar la fascia.

2. Heridas intercostales: Profundizan hasta comprometer músculos y espacio intercostal, sin afectar la pleura.

3. Laceraciones penetrantes simples: Atraviesan la pared torácica y alcanzan la cavidad pleural, potencialmente causando complicaciones pulmonares menores.

4. Heridas punzantes o cortantes extensas, con variado riesgo de sangrado interno y daño a vasos o pulmón, si no encajan en categorías definidas para traumatismos más graves.

Síntomas

Las heridas torácicas se originan a raíz de accidentes domésticos (caídas, impactos con objetos punzantes), percances laborales (herramientas o maquinaria), violencia (armas blancas o de fuego) y actividades recreativas de riesgo. Pueden ocurrir en choques de tránsito, cuando fragmentos metálicos o vidrios impactan el tórax, o durante prácticas deportivas de contacto en las que se sufre un mecanismo punzante fortuito. El uso inadecuado de herramientas afiladas sin medidas de protección y la manipulación insegura de cuchillos también están entre las causas habituales.

Causas

El síntoma dominante es el dolor localizado en la zona de la herida, que con frecuencia se acentúa con los movimientos respiratorios y la tos. Puede observarse sangrado superficial (goteo o manchas sanguinolentas en la ropa). Si la herida alcanza la cavidad pleural o el pulmón, pueden aparecer disnea, tos con sangre (hemoptisis) y ruido respiratorio disminuido en la exploración con estetoscopio. En heridas más leves, el afectado muestra solo dolor punzante y edema alrededor de la zona lesionada. Ante el temor del dolor, el paciente tiende a respirar en forma superficial, predisponiendo a atelectasias e infecciones secundarias si no se controla.

Diagnóstico

Se inspecciona la herida para determinar su profundidad y presencia de cuerpos extraños. Una radiografía de tórax (proyecciones AP y lateral) descarta neumotórax, hemotórax o fracturas costales simultáneas. La tomografía computarizada (TC) se utiliza cuando se sospechan trayectorias profundas o daños a grandes vasos y pulmón. Si la herida es dudosa en cuanto a su ingreso en la cavidad torácica, la ecografía de tórax (o el ultrasonido FAST en urgencias) puede detectar colecciones de líquido pleural. La oximetría y gasometría arterial evalúan la función respiratoria.

Tratamiento

Las heridas superficiales se tratan con limpieza, desinfección, cierre (suturas) y vendajes estériles. En heridas con sospecha de penetración, se comprueba si hay neumotórax o hemotórax; de confirmarse, se coloca un tubo de drenaje torácico. La analgesia (AINES u opioides leves) ayuda a mantener una buena dinámica respiratoria. Si la herida es extensa y se sospecha daño vascular o pulmonar, puede requerirse cirugía torácica para reparar la zona dañada y controlar el sangrado. En heridas muy contaminadas, se considera terapia antibiótica profiláctica y se vigila la profilaxis antitetánica.

Complicaciones

La infección de la herida (celulitis, abscesos) y las complicaciones pulmonares (neumotórax, hemotórax, empiema) son las más relevantes. Con dolor intenso, el paciente evita respirar profundamente, incrementando el riesgo de atelectasia y neumonía. Si existe lesión vascular no detectada, puede haber hemorragias internas sostenidas. La evolución de una herida penetrante sin un seguimiento adecuado puede llevar a un daño progresivo del pulmón o formación de fístulas broncopleurales.

Prevención

El uso de protectores y la prudencia al manipular objetos punzantes disminuyen las heridas torácicas accidentales. En actividades laborales o deportes de contacto, la protección del tórax mediante chalecos, petos y una formación adecuada reduce el riesgo de perforaciones. La educación en primeros auxilios (limpieza, compresión de la herida, cobertura estéril) favorece una intervención temprana. También es decisiva la implementación de dispositivos de seguridad en vehículos (cinturones y airbags) para minimizar el trauma en choques.

Conclusión Las heridas del tórax representan un tipo de lesión que puede variar desde la superficialidad hasta la gravedad de afectación pleural o pulmonar. El diagnóstico precoz con radiografías o TC y la intervención adecuada (cierre de la herida, drenaje torácico en su caso) son pilares para evitar complicaciones infecciosas y respiratorias. Aunque la mayoría evoluciona favorablemente con tratamiento local, la vigilancia y la prevención (entornos de trabajo seguros, uso correcto de herramientas y protocolos de protección) resultan claves para reducir la incidencia y la severidad de este tipo de traumatismos.

Fuente: OMS
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